lunes, 28 de septiembre de 2009

La valentía del pueblo hondureño


Marcos Roitman Rosenmann
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Un payaso callejero posa en Tegucigalpa junto a soldados que vigilan una marcha opositoraFoto Reuters
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l regreso del presidente constitucional de Honduras, Manuel Zelaya, a la capital Tegucigalpa abre una nueva coyuntura. El gobierno de facto sufre su más grave contratiempo. Queda en evidencia, es débil, tiene como aliados internos a las fuerzas armadas, los aparatos de los dos grandes partidos, liberal y conservador, y el que le presta una corrupta corte de justicia, los empresarios e instituciones financieras. A escala internacional sólo una actitud dubitativa de Estados Unidos les permite continuar albergando posibilidades de continuidad. Es un gigante con pies de barro, se maneja con torpeza.

La ruptura del cerco fronterizo para evitar la entrada de Manuel Zelaya, aunque sea en una embajada amiga, representa un fracaso de los servicios de inteligencia de la dictadura. Fueron incapaces de adelantarse a los movimientos de Zelaya y si los conocían se mostraron igualmente débiles para impedir su reingreso. Así, el resultado es el peor escenario posible para el gobierno de facto. Acabaron sin saber dónde se encontraba y metafóricamente hablando, el enemigo público se les presenta en la casa de gobierno en medio de una cena de gala.

Mientras tanto, el país que decide prestar todo su apoyo para dar un giro de 180 grados a la situación, no lo hace desinteresadamente. Brasil da muestras de apoyar las reivindicaciones del presidente legítimo, a la par que se alza como una potencia sin parangón en el continente. Por consiguiente, deja al pairo las intenciones pro norteamericanas del presidente costarricense Óscar Arias de buscar una salida a la medida de Micheletti. Su protagonismo se desluce y cae en picada. Aunque James Carter, sale al paso para avalar otra salida con el mismo patrocinador y la participación del vicepresidente de Panamá. Es una forma de dilatar en el poder a los golpistas. Micheletti no ha tardado en responder la invitación. La ve con buenos ojos y acepta el envite. Sin embargo de esta manera no se desbloquea la situación. El gobierno de facto debe dejar el poder al presidente legítimo Manuel Zelaya y no puede haber negociación entre golpistas, torturadores, asesinos y el gobierno legítimo.

El golpe de efecto al presentarse Zelaya en la capital es demoledor. Los golpistas hacen aguas. Bloquean las zonas aledañas, impiden las manifestaciones de apoyo al presidente, cortan los suministros a la población e intentarán, sin duda, alguna maniobra para provocar un asesinato político. Están desquiciados, tienen miedo. Aferrados a sus espurios intereses atisban el fin de sus andanzas. Ahora se enfrentan a tener que abandonar el poder con la cabeza gacha y el rabo entre las piernas. Pero no lo harán de buena gana. Buscarán negociar su impunidad hasta la extenuación, con el único argumento que han utilizado hasta hoy, la amenaza de un aumento progresivo de la represión. Este comportamiento no es diferente del que hizo famosas las dictaduras de Stroessner, Somoza, Pinochet o Videla. Su base es el rechazo a las reformas populares, los cambios sociales y la implementación de políticas de desarrollo económico cuyo fundamento es la distribución de la riqueza, el acceso a la salud, la vivienda, la disminución del analfabetismo y un salario digno.

Sienten un odio hacia los dirigentes del pueblo y desprecian los derechos humanos. Sin esta cosmovisión, no habría manera de interpretar la inquina con la cual han actuado contra su propio pueblo. Han asesinado y acosado a la resistencia democrática. Por ello, en el ocaso de su poder, atacan directamente al Frente Nacional contra el Golpe de Estado (FNGE). Emplean todos los mecanismos, aprovechan para lanzar gases químicos que producen diarrea, vómitos, migrañas y desmayos. Todo bajo la eficiente asesoría de los servicios de inteligencia israelí. Mismos métodos utilizados contra la población palestina de Gaza. Igualmente realizan encarcelamientos masivos, llevando a los detenidos a verdaderos campos de concentración. El recuerdo de Pinochet esta presente, con la apertura de centros de tortura. Practican asesinatos selectivos y detienen a representantes sindicales, dirigentes de Vía Campesina y de los movimientos sociales integrados en el FNGE.

Acallar las voces de la protesta adquiere una dimensión estratégica. Por ello se han dado a la tarea de clausurar radioemisoras comunitarias e impedir la publicación de prensa crítica. Su rabia no tiene límite, aunque sólo ha servido para reafirmar los principios democráticos del pueblo hondureño que no está dispuesto a retroceder en sus conquistas. Enfrentarse a unas fuerzas armadas educadas en la contrainsurgencia y sin depurar es un acto de valentía suprema que sin duda engrandece la historia de las luchas democráticas del pueblo hondureño. Bienvenidas sean.

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